Wilsoniano
Me apetecía desde hacía tiempo probar un equipo digital de campanillas para poder confrontarlo con un buen sistema analógico de referencia y gracias a los compañeros Daniel y José Miguel, ayer se cumplió mi deseo.
Nos reunimos en este santuario que es la sala de Dani, conocido como Molamola en un popular foro y confrontamos, en singular combate audiófilo, el servidor de música neozelandés Antipodes Music Server K50, procedencia que es muy de mi gusto, ya que, como poseedor de la amplificación Plinius, valoro la calidad, la fiabilidad y el sonido de esta prestigiosa marca ubicada en las antípodas, apoyado por el DAC Mola Mola Tambaqui, de origen holandés y presentado en un sólido, a prueba de golpes, maletín de plástico duro, ambas electrónicas, adquiridas en Audiogallery, contra el plato artesanal construido por nuestro anfitrión Daniel y denominado Fandos TT BR162, aunque esta cifra ya se le queda pequeña, puesto que corresponde al peso de unidad y que con el tiempo ha ido “engordando” con el nuevo brazo Kuzma 4point y la cápsula Hanna Umami Red, todo un descubrimiento, ya que poseo la más popular Hanna ML y aunque las diferencias son sutiles, ciertamente la Umami está un escalón por encima.
Para este evento nos reunimos un numeroso grupo de aficionados, la mayoría más proclives al gusto analógico, pero sin desdeñar lo digital si estamos hablando de sistemas de referencia.
El resto del equipo, para la ocasión, estaba formado por: amplificación McIntosh, cajas Vienna Acoustics The Music y cableado, entre otros, por Wires4Music. Utilizamos álbumes de grabaciones de referencia, ya conocidas por los presentes, como la del guitarrista Nils Lofgren y su trabajo “Acoustic Live“ o el archiconocido “Jazz at the Pawnshop” (remasterización de 2014), entre otros. Dichas grabaciones digitales forman parte de una extensa colección de innumerables títulos ubicados en el disco duro del Antipodes (2 terabytes), administrados por la aplicación Roon. Se igualó el volumen, tanto del plato como del servidor, y el anfitrión iba alternando uno u otro a petición del entregado público. A las primeras notas, nos quedamos boquiabiertos, ya que costaba mucho distinguir cuál era una fuente u otra. Tal vez el vinilo ofrecía algo más de “carnosidad”, los graves eran un poco más profundos y consistentes y los agudos ligeramente más sedosos, pero el combo Antipodes y Mola Mola, estaba prácticamente a su nivel y, en según qué pasajes, las diferencias eran casi imperceptibles. Hasta el momento no habíamos tenido la oportunidad de confrontar un sistema digital de este empaque y los presentes tuvimos que reconocer que el avance del “ejército de unos y ceros” puede competir de tú a tú frente a un sistema de referencia como es el plato Fandos con su carísima cápsula Top Wing Red Sparrow en el brazo SME 312.
La lástima es que el precio al que se ofrecen estas maravillas desaniman al más valiente, pero si disponemos de algo más de 30.000 € para el conjunto, sin duda, y esta vez es de verdad, habremos llegado al final del camino.
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© G. Cañellas