La atracción de lo imperfecto
A pesar de ser un producto que lleva años en el mercado y del cual existen multitud de pruebas y evaluaciones, me apetece especialmente hablar de nuevo de este amplificador, básicamente, por dos motivos. El primero su sonido, que, como veremos, está más enfocado en el placer musical que en cumplir teóricas exigencias audiófilas. Y, el segundo, porque tiene un equilibrio entre coste, prestaciones y polivalencia de uso que está por encima de la mayoría de rivales y lo sitúa como una opción muy recomendable. Su tamaño y aspecto intemporal no destacan especialmente, aunque sí tiene un cierto carácter British que lo aleja de la electrónica de consumo de origen asiático. A destacar el interruptor de encendido, muy difícil de encontrar, y el dial de volumen, algo tosco e impreciso. Por lo demás, es sólido y bien construido. Tiene una conectividad completísima que incluye previo de phono, Bluetooth y salida de auriculares. Por dentro, tiene un pesado transformador toroidal de grado audiófilo que será el encargado de generar el enorme caudal de energía que ofrece (140 W a 8 ohm).
K3 integra muy bien todo el espectro
Ya en audición, empezamos con el trabajo de Vicente Amigo “Memoria de los Sentidos” (2017). Ya en el primer tema “Amoral” la percusión (cajón) marca el ritmo con autoridad y nos revela uno de los puntos fuertes del K3, sus graves llenos y densos. Pero la voz de Potito se incorpora a la música con naturalidad y con la dosis adecuada de protagonismo. El amplificador inglés está moviendo mis cajas (tirando a difíciles) sin esfuerzo aparente y ofreciendo una elegancia difícil de superar en su segmento de precios. Probablemente contribuya a esto la manera de reproducir las voces sin grano y sin los molestos siseos de los sistemas excesivamente transparentes que abundan desde hace un tiempo. Uno de los aciertos de Roksan ha sido el tratamiento de los agudos. Quizá por ello el sonido nunca da la sensación de excesivo análisis o microdetalle. Pero, lo que en otros casos podría pasar por una carencia, aquí se transforma en una virtud. Me explico: el K3 integra muy bien todo el espectro y lo entrega como un bloque sin fisuras y en el que nada escapa a su control.
Pero, de alguna forma, intuyo que lo mejor está por llegar y reproduzco el archivo flac “Black Magic Woman” (Live at Montreux 2011) de Carlos Santana. El rendimiento de la zona baja vuelve a sorprender por su fuerza. Pero lo que verdaderamente impresiona es la capacidad del amplificador de restituir la sensación de directo; especialmente guitarras y percusiones.
El Roksan K3 es muy dinámico, exhibe su potencia desde el primer momento y no defraudará para atacar altavoces duros en salas de cualquier tamaño. Tiene una estética sonora que me ha recordado épocas pasadas, de mis inicios en la Alta Fidelidad, en los que la música era más importante que la electrónica para reproducirla. En definitiva, se trata de un sonido clásico inglés pero con matices: a pesar de que se intuye una curva más o menos plana, el K3 no se esconde nunca y no renuncia a entregar un plus de ritmo y contundencia cuando el tipo de música así lo requiere. Un equilibrio perfecto que maximiza, como hemos dicho, el placer musical. Dudo que encontremos ningún amplificador de menos de 2.000 euros que saque tanto rendimiento al vinilo de Yes “Fragile” (1971).
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