La atracción de lo imperfecto
Manel Segarra

Manel Segarra
Albatros Audio  Haiku

Nunca podemos sustraernos a intentar predecir cómo sonarán unas cajas acústicas a partir de su aspecto externo. El tamaño, la forma, el tipo de transductores, la propia marca… Y al ver por primera vez los Albatros Audio uno no puede dejar de empezar a salivar anticipando lo que será capaz de hacer este monitor sobredimensionado y rotundo. Por eso, los primeros diez minutos de audición son absolutamente desconcertantes. La primera impresión es que el sonido no se corresponde con la caja acústica. Porque uno podría pensar que, con semejantes dimensiones y tres transductores (uno de ellos un generoso woofer de 8”) los Albatros nos desbordarían con unos graves densos y expansivos, unos medios consistentes y quizá atrompeteados y unos agudos brillantes y desinhibidos. Pues nada de eso. Prácticamente todo lo contrario.


Albatros Audio  Haiku

Pero vayamos por partes: nos encontramos ante un producto desarrollado y fabricado en España de forma casi artesanal. Sus creadores buscaban unos altavoces con una buena fidelidad tímbrica que a la vez fueran capaces de llenar salas medias o incluso grandes con una buena presión sonora y unos graves a tamaño real. Y todo ello, sin encarecer absurdamente el precio final. Los acabados son de calidad y los materiales empleados parecen muy bien escogidos sin compromisos de ningún tipo. Cada caja acústica pesa unos 15 kgs. y, al manipularla, transmite una gran sensación de solidez y durabilidad. Se ve todo muy bien ensamblado, sin que podamos atribuirle ningún déficit por no ser un producto fabricado en serie. Al contrario, en ese sentido, los resultados obtenidos son de gran nivel.


Albatros Audio  Haiku

Una vez situados los altavoces en unos pies de base cerámica rellenos de arena y bolas de acero para asegurar la ausencia de vibraciones, los separamos casi un palmo y medio de la pared trasera y los orientamos ligeramente hacia el punto de escucha. Pasados los 10 minutos iniciales de gran desconcierto que hemos comentado antes, nos damos cuenta de que algo no va bien y empezamos a hacer pruebas de colocación. Al final, la mejor posición parece ser que es con los altavoces casi pegados a la pared trasera y completamente perpendiculares a la misma. No parece una posición muy ortodoxa y, probablemente, deba cambiarse si se escuchan en otra sala.



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Empezamos con The White Buffalo en “Shadows, Greys & Evil Ways” (2013). El cantante de Oregón afincado en California atrapa desde el primer disparo, pero con las Haiku, notamos algo diferente en la voz del Buffalo (Jake Smith). Parece un poco resfriado, con la voz igual de desgarrada pero menos grave. Al final del disco, casi se transforma de White a Little Buffalo. No entendemos muy bien qué está pasando. Para no alejarnos completamente del género musical vamos con Wilco en “Yankee Hotel Foxtrot” (2001) unos de los mejores discos de todos los tiempos. Ahora todo mejora. Ya no notamos nada raro en la voz de Jeff Tweedy. Los graves son muy profundos pero no excesivos, con un suave punto de cremosidad muy logrado. La escena no tiene una gran profundidad ni altura pero es extraordinariamente holográfica. Empezamos a entender algunas cosas. De entrada, hemos ganado bastante con el cambio de cd (The White Buffalo) a vinilo (Wilco). Ahora, el timbre de los instrumentos es muy orgánico. Pero tampoco me atrevería a decir que las Albatros Haiku son puramente neutras y super precisas tímbricamente. Creo que, como todas las cajas acústicas, tienen su propia huella sonora y nuestro trabajo es intentar describirla. Pero queremos estar seguros y cambiamos a música electrónica: “Nighthawks” (2014) de Río Bravo. Esta review casi parece un western, pero no, es pura casualidad, porque el cambio de estilo es radical. Y, atención, el cd ahora suena con una precisión inaudita, con una limpieza y finura casi impropias de un estilo musical presuntamente alejado de los típicos valores acidófilos. Cada instrumento, cada detalle, cada matiz aparecen y se sitúan en el punto exacto de la escena (¿escena con música electrónica?). Parece que la calidad global de mi equipo, no solo de los altavoces, ha subido uno o dos escalones. Los graves siguen siendo infinitos, pero totalmente sujetos y controlados. Desde luego, con las Albatros no se necesitará para nada un subwoofer, ni siquiera con los efectos especiales de las películas. Estamos empezando a entender que, buscando una gran fidelidad tímbrica y una recreación a tamaño real de la escena, los creadores de las Haiku se han encontrado con una limpieza extraordinaria en la reproducción musical. El extremo agudo está muy conseguido, y ante la duda, más bien se queda corto que se excede. Los vinilos de rock sinfónico de Genesis o Camel suenan muy, muy bien, ofreciendo detalles que antes pasaban por alto. Por momentos, estamos dentro de la música como si lleváramos auriculares. El efecto estéreo es casi exagerado de tan exacto. El tratamiento de la zona media es muy especial: mientras que los graves son muy fluidos y musicales, las guitarras acústicas y las voces masculinas son algo secas, sin resonancias extrañas y con una cierta parquedad a la hora de emitir armónicos hacia abajo. Eso crea una sensación de mayor limpieza y precisión y permite aflorar esos detalles que, de otra manera, podrían quedar ocultos en equipos o altavoces menos rigurosos.

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La prueba definitiva la tenemos con otro disco de culto para los audiófilos más recalcitrantes: “Café Blue” (1994) de Patricia Barber. Nunca antes había disfrutado en casa de una audición tan refinada, tan detallista, tan holográfica de ese disco. Todo está exactamente donde le corresponde. Diría que cuando hablamos del concepto “Alta Fidelidad” nos estamos refiriendo a poder escuchar música como lo estamos haciendo ahora: descubriendo texturas, detalles, espacios, timbres, respiraciones…


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Las Albatros Haiku despistan, sorprenden, revelan y apasionan a partes iguales. En algún momento, me han llegado a recordar a unas Sonus Faber antiguas a las que les hayamos añadido un subwoofer. En otras ocasiones, me han parecido unos monitores de estudio de campo cercano y alta precisión y, finalmente, en algunos discos, se comportaban como unas columnas de algún fabricante consagrado de altos vuelos. Las Haiku no se desenvuelven igual con todos los tipos de música ni con todas las grabaciones. Son sensibles tanto a las carencias como a los excesos y eso dice mucho a favor de ellas, porque no esconden nada. Pero también son capaces de alcanzar cotas de excelencia propias de productos mucho más caros y exclusivos. Todo ello hace que, como mínimo, recomendemos a los aficionados una atenta audición de las mismas: no van a dejar a nadie indiferente.




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