Canto de sirenas
Jesús Encinar

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Officium Defunctorum

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Officium Defunctorum



TOMÁS LUIS DE VICTORIA (1548-1611)

De la vida de Victoria sabemos lo poco que de ella quiso mostrarnos un hombre infranqueable, casi hermético, absorto en las liturgias de una fe que luchaba por dominar el mundo. "En una mano la espada, en otra la cruz". Victoria optó por ensalzar la cruz. Nació en Ávila y podría haber sido educado en el colegio jesuita de San Gil. También es posible que cantara como niño corista en la catedral de Ávila, si lo hizo, tuvo que entrar en contacto con Bernardino de Ribera, maestro de capilla de 1559 a 1563.


En ¿1565-67?, viaja a Roma para hacerse sacerdote en el colegio jesuita alemán. Asiste a clases de Palestrina y éste a su vez, había recibido clases de Cristóbal de Morales. Victoria, coge de Morales la sobriedad ascética y de Palestrina, el equilibrio y la elegancia de la forma. Y de ambos, la técnica de la imitación y la claridad clásica.

En 1576 ya es músico moderador del colegio alemán y aquí ya se observa una mayor seguridad de pluma y mayor elevación de ideas expresivas en sus composiciones. A partir de 1578 Victoria da un cambio en su vida que será el causante de que hoy, su obra, forme parte de la historia de la música. Abandona el colegio alemán y la iglesia de San Apolinar para hacerse capellán de San Girolamo della Caritá. Esta renuncia del cargo de Magister Musicae de San Apolinar para ser un modesto capellán, le hace ser dueño de su tiempo para consagrarlo a la composición musical. Además, Victoria, ordenado sacerdote en 1575, encontró en San Girolamo la amistad espiritual de San Felipe Neri y de los sacerdotes Juvenal Ancina y Francisco Soto de Langa, autores de las "Laudi Spirituali" portadoras de una nueva estética, y con ellos todo un impulso piadoso y místico que debió influir decisivamente en su manera de contemplar la vida. Ocho años pasa en San Girolamo entregado a la composición musical. De esta etapa son las siete misas de "Missarum libri duo" y los "Officium" de Semana Santa.

"Me siento ya fatigado de escribir música y quiero dedicar los días que me quedan de vida a la contemplación divina, como corresponde a un sacerdote"




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En ¿1586? vuelve a España y en 1587 es nombrado capellán de la emperatriz Maria de Austria, viuda de Maximiliano II e hija del emperador Carlos V y hermana de Felipe II, que desde 1583 vivía en retiro con su hija, la Princesa Margarita, en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. En 1603 compone el Oficio de difuntos, a la muerte de la Emperatriz.


Victoria no compuso nada más después de publicar "Officium defunctorum" en 1605, quizá abrumado por las tareas de organista del Convento de las Descalzas Reales, o porque no consideraba necesario continuar su carrera compositora después de la muerte de la Emperatriz, a quien, sin duda, debía mucho. Todo son especulaciones sobre el vacío que existe entre la gestación del Requiem en 1603 y el fallecimiento de Victoria, ocho años más tarde en 1611.


LA OBRA


Compuesta en 1603 a la muerte de María de Austria y editada en 1605, "El Officium" es una obra escrita a 6 voces, repartida de un modo muy al uso: dos sopranos, un alto, dos tenores y un bajo. Pero a diferencia de otras muchas obras con este reparto, las dos sopranos y los dos tenores no son mellizos en tesitura, esto es, la soprano II (SII) se mueve generalmente en un registro más grave que la soprano I (SI), y lo mismo ocurre con los tenores. Esto plantea un problema importante en la interpretación y es a la altura que se ha de cantar. Si toda la obra se transporta a un tono alto, este problema queda casi solucionado, ya que la SII y el TII, aún algo más graves, se mantienen en tesituras cómodas. Aquí tendríamos, como ejemplos, la versión de The Tallis Scholars dirigidos por Peter Phillips, de 1987 en Philips y la seleccionada de Philip Cave que aquí nos ocupa. ¿Se podría cantar la obra en el tono original? Hay dos posibilidades: Utilizar un coro enteramente masculino, con falsetistas y contratenores en las voces de soprano o, utilizar un coro mixto, asignando una soprano y una mezzosoprano para la SII y un tenor y un barítono para el TII. La voz de alto (que resulta entonces especialmente grave) la cantan dos contratenores reforzados por una contralto. El bajo estaría a cargo de dos bajos puros reforzado con un bajón (precursor del fagot).

De la primera, tenemos la versión de Gabrieli Consort, dirigidos por Paul McCreesh, de 1995 en Deutsche Grammophon.

De la segunda, tenemos la versión de Musica Ficta, dirigidos por Raúl Mallavibarrena, de 2006 en Enchiriadis.


LA VERSIÓN SELECCIONADA




Magnificat, dirigidos por Philip Cave, 1996 en Linn Records




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Después de unas semanas escuchando la obra de mi paisano que aquí nos compete, me decido por esta versión de todas las que tengo, porque además de ser la que mejor sonido tiene, con diferencia, me parece la más musical. Las voces están perfectamente ensambladas creando unas sonoridades hipnóticas. Durante su escucha llego a oírinstrumentos de viento y de cuerda como violas y chelos, cuando las únicas cuerdas que hay son las cuerdas vocales de sus intérpretes, magníficamente afinadas.

Esta versión está interpretada en una tonalidad más alta que la original, como se explicó anteriormente, doblando el número de voces originales: 4 sopranos, 2 altos, 4 tenores y 3 bajos. No hay que olvidar que el director de Magnificat, Philip Cave, fue miembro fundador de The Tallis Scholars.
( Esta grabación de Officium Defunctorum de Victoria fue nombrada "Critics Choice" por Gramophone y elegida por The Rough Guide como uno de sus "100 CDs clásicos esenciales" )


"¡Estoy hastiado de mi vida! Voy a dar curso libre a mis quejas y a hablar con la amargura de mi alma..." Job X,1-7



Con esta cita del Libro de Job, comienza esta obra. El desaliento del Libro de Job que tanto frecuenta su música, ya latía desde al menos, veinte años antes en su alma. Esa que se resistía a mostrarnos.

Victoria, hombre hermético donde los haya, como buen abulense infranqueable como la ciudad amurallada que le vio nacer, nos descubre su alma en esta obra.

Nada más empezar a sonar las voces en este "Taedet animam meam" somos conscientes de que estamos ante algo grandioso, cómo se van abriendo las voces agudas y aparecen los tenores en sus registros más agudos y lo van llenando todo. Nos prepara para entrar en trance durante toda la obra.

"Introitus" registro muy agudo en las sopranos, que hasta llega a molestar. Esta "primera parte" de la obra está muy en agudo, como más celestial, los sonidos agudos parece que nos elevan más. También tiene gradaciones dinámicas más grandes con fortissimos muy notables, sobre todo en las sopranos.

El "Kyrie eleison" es de todas las partes la que más me gusta. Podría estar escuchándola en bucle constantemente. Es de una belleza que emociona a la vez que te dibuja una sonrisa en la cara de felicidad plena. La belleza nos hace felices.

"Graduale" "Dales, Señor, el descanso eterno..." se oye de todo, vientos, cuerdas, una pequeña obra maestra.
(Como anécdota contaré que este corte lo llevo para audiciones, ya que el oído humano está diseñado para las frecuencias de la voz y puso contra las cuerdas, hace ya unos años en Madrid, a Sarte Audio en la presentación del integrado Devialet. El responsable de la sala estaba deseando que acabase el corte para quitarlo).

"Offertorium" el más musical de todos.

"Communio" a partir de este punto hasta el final, la obra se hace más grave, dando mayor relevancia a estas voces, a la vez que suena más piano. Las gradaciones dinámicas son menores. A mi me parece más terrenal.

Hay una teoría muy bonita que se llama "Teoría Vibracional" que viene a decir que todo lo que compone el universo vibra y emite una frecuencia correspondiente a esa vibración. Según esta teoría, la Conciencia sería un estado vibratorio. Pues bien, yo siempre pensé que la música de Victoria tiene una frecuencia que hace que mi estado de vibración cambie y entro en una especie de relax o trance, que se me olvida hasta respirar, cuando me doy cuenta me digo, "pero si hace tiempo que no cojo aire". Su música me calma, me sana, me carga, me recupera.

Escuchar a Victoria es como entrar un día soleado en el Monasterio de Cañas y ver esas desnudas paredes con la luz tamizada por los cristales de piedra. Sabes que nada malo te puede pasar, que el mundo es perfecto, que la felicidad es eso: sentirte bien, la mente en blanco y desear que la sensación no se acabe nunca. Sonríes y no tienes un porqué.

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