Canto de sirenas
Jesús Encinar

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Nocturnos de Chopin



"Es difícil expresar con palabras lo que Chopin expresó de manera inmejorable con notas. Tristeza, alegría, vida, dolor, nostalgia; todo, absolutamente todo, está en los Nocturnos."
(Maurycy Karasowski, compositor y musicólogo)

Cuando Josep Busquets se puso en contacto conmigo hace años para proponerme la colaboración periódica en esta publicación, enseguida tuve claro que al menos, una vez al año, tenía que hacer un especial. Como fecha elegí Las Navidades y así se lo mando todos los años "Especial de Navidad". Me decanté por el invierno porque ya hemos acabado el periodo vacacional. La climatología y la disminución de horas de luz hace que nos recojamos y pasemos más tiempo en casa, pudiendo dedicar más tiempo a las aficiones de lectura y escucha musical, ambas solitarias en el disfrute. La noche es buena compañera en estas lides, nos acoge y prepara para estar más sensibles ante estas manifestaciones artísticas.


La noche siempre ha tenido algo de misterioso y atrayente. La noche fuera de casa siempre ha sido golfa y se ha llevado a muchos por delante pero también ha despertado todas las emociones, tanto las primarias como las secundarias. Aunque el humano es un ser diurno, de noche está más preparado para sentir y recibir emociones, al menos en mi caso así sucede.


Según la R.A.E., emoción es una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.


Las emociones primarias son las innatas, relacionadas con la supervivencia. Están presentes en todos los vertebrados y son consecuencia de la actividad del sistema límbico de nuestro cerebro. Las secundarias están intrínsecamente ligadas al comportamiento humano y son aprendidas.


Nocturnos de Chopin

Las emociones son las encargadas de convertir los sonidos que percibimos en algo comprensible. Asociamos sonidos que apreciamos con las emociones y esta asociación sonido-emoción, hace que entendamos las situaciones en las que estamos, permitiéndonos reaccionar acorde al contexto.


Estudios neurocientíficos demuestran que la música tiene la capacidad de cambiar estados de ánimo, activando cada una de las estructuras emocionales del cerebro. La música es capaz de despertar el núcleo de las estructuras cerebrales creadoras de nuestro universo emocional. Al escuchar música se activan las áreas del cerebro que se encargan de la imitación y la empatía. Son las zonas donde se encuentran las neuronas espejo, que actúan reflejando las acciones e intenciones de los otros como si fueran propias. Resumiendo, la música nos permite compartir sentimientos. Esto explica esa unión entre intérprete y oyente en los conciertos en directo.


Traigo a Chopin otra vez a estas páginas (por tercera vez aquí y aquí) porque si de emoción se trata, el polaco se lleva la palma.
De padre francés y madre polaca le viene a Chopin ese bilingüismo que le permite trasladarse a París en 1831 y codearse con la aristocracia, de hecho parecía un príncipe siempre con sus guantes blancos. Todos le describen con un gran atractivo y magnetismo personal.
Chopin es un pianista que compone e imagina la música desde el teclado. Casi la totalidad de su obra es para piano. Descubrió en este instrumento el medio perfecto para expresar su creatividad y crear un estilo único e inédito hasta entonces, utilizando al piano como plataforma y experimentación de toda su producción.
El poeta Heinrich Heine dice de él: "Chopin es un gran poeta de la música, tan genial como Mozart, Beethoven, Rossini y Berlioz".
La verdad es que Chopin cumple a la perfección el modelo de romántico: enamoradizo compulsivo que sufre desconsoladamente con las rupturas amorosas, de carácter enfermizo, tuberculoso y con padecimientos y sufrimientos mientras compone su música porque es un gran perfeccionista.


"En el fondo, algo indefinible me atormenta, como presentimientos, preocupaciones, pesadillas, cuando no es el insomnio" le confesó Chopin a su amigo Woytsekhovski.
"A veces me siento indiferente a todo, a veces preso de una nostalgia angustiosa. Tengo ganas de vivir además de ganas de morir, y a veces experimento una especie de entumecimiento total que además no está exenta de dulzura, pero que me ausenta de todo. Y de repente, determinados recuerdos se despiertan y me torturan: el resentimiento, la amargura, una horrible mezcla de sentimientos enfermizos que me carcome y agota".


En 1837 conoce a la escritora George Sand y los diez años que permanece a su lado son los de su máxima creación musical. Casi la totalidad de los Nocturnos los compone en este periodo.
En 1848 vive en Londres y Escocia y a finales de año vuelve a París donde moriría el 17 de octubre de 1849 a los 39 años de edad.


Nocturnos de Chopin

El título “Nocturno” solía adornar un género de música vocal para conjunto que había sido popular en salones y en otros escenarios en los que se hacía música doméstica al caer la tarde, al menos desde finales del XVIII, en la década de 1790. Cuando el público musical pensaba en el Nocturno en la primera mitad del siglo XIX, pensaba generalmente en una pieza vocal.
Así pues en el siglo XIX, el término Nocturno definiría a una música "cantabile" que imitaba el canto a través del piano con arpegios de acompañamiento con la mano izquierda. Darwin en "El origen de las especies", explicaba que los sonidos musicales pudieron haber sentado una de las bases para el desarrollo del lenguaje. Y a la vista está que el ritmo y la cadencia de la oratoria tienen rasgos musicales. De hecho aprendemos a hablar y a asignar a cada cosa su nombre por el sonido de las palabras y su entonación.
Pero Chopin no inventa el género, lo toma ya formado del irlandés John Field (1782-1837), que quizá se inspira en aquellos primeros poetas románticos, como Young, para quienes la noche es motivo eterno. Field rompió con la forma sonata imperante en la época desarrollada por Mozart y Beethoven entre otros muchos, ruptura que desarrollaría y haría propia Chopin en la primera mitad del XIX. Field, es pues, el creador del Nocturno. Una pieza breve, lenta, evocadora, en la que una sección intermedia puede servir de contraste. Field compuso 20 Nocturnos entre 1814 y 1835, un modelo cuya denominación atiende a la sugerencia del ambiente poético y misterioso de la noche, pero es Chopin quien con sus Nocturnos crea una atmósfera vaporosa, melancólica, incluso a veces patética, convirtiendo en mensaje personal lo que hasta entonces sólo era una ensoñación de salón.
Para Field, Chopin era “un talento de alcoba de enfermo”. Los Nocturnos de Chopin tenían que ser comparados con los de su antecesor y, en la comparación, el polaco no salía muy bien librado. El crítico Rellstab, responsable del título “Claro de Luna” para la Sonata Nº 14 de Beethoven, decía: “Donde Field sonríe, Chopin hace una mueca; donde Field suspira, Chopin gruñe; donde Field sazona ligeramente, Chopin vuelca el tarro de la pimienta. En resumen, si se coloca una de las piezas de Field ante un espejo curvo que la desfigure horriblemente, se tendrá una obra de Chopin”. Poco tiempo fue necesario para que los Nocturnos de Chopin borrasen hasta el recuerdo de los de Field. Los Nocturnos de Chopin eran un mundo nuevo, de arrolladora fantasía, de una riqueza melódica sin parangón, de bellísimos hallazgos armónicos. Chopin conserva del estilo de Field la melodía cantada en la mano derecha, utiliza la melodía como si fuera una voz humana, lo que confiere una mayor profundidad emocional a cada pieza. Por otro lado, el hecho de tocar esos "acordes rotos" con la mano izquierda, el ritmo fluctuante, el uso del pedal en las notas sostenidas flotando por el aire, etc., son algunos de los elementos que contribuyen a crear ese ambiente tan especial, cálido y dramático en la música de Chopin. Hay un "algo" que envuelve a la obra de un carácter especial, y en realidad no se sabe muy bien por qué. Tal vez sea por la expectativa que genera, en nosotros los oyentes, el hecho de que el tiempo no parece previsible, sino que es el que lleva la propia obra en cada momento y el que marca la melodía. Cuesta mucho predecir, adivinar o adelantarse a la siguiente nota que va a sonar. Esto crea una zozobra e inseguridad de milésimas de segundo que nos mantiene como en vilo, expectantes compás a compás durante todas las piezas.
Muchas veces se ha tildado de programática la música de Chopin y en alguna ocasión encontramos alguna cita literaria que sirve de inspiración, pero el mismo compositor la borra luego, prefiriendo como siempre que sea el oyente quien sufra su personal impresión, quien produzca su propia e íntima emoción ante la llamada de la música. Aún así, existen numerosos estudios que relacionan algunas de sus partituras con poesía, con vivencias biográficas del autor, e incluso, con actos o actividades muy concretas del ser humano.


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NOCTURNOS


“Tras interpretar a Chopin siento como si estuviese llorando por los pecados que nunca cometí, y gimiendo por ajenas tragedias. Siempre tengo la impresión de que su música produce ese efecto. Crea un pasado que ignorabas y te colma de una sensación de dolor que permanecía oculta tras las lágrimas”
(Oscar Wilde)



Aunque Chopin no los concibió como un todo a mi me gusta considerarlos así y escucharlos siempre de seguido por orden, (que hay algunas grabaciones que los colocan desordenados), para irme introduciendo en ellos paso a paso y sentir la evolución del compositor en los quince años que tardó en componerlos. Creo que de este modo se disfrutan mucho más, entrando como en una especie de trance hasta la última nota del Número 21 para salir de él cuando el sonido se disuelva definitivamente y nos quede solo el recuerdo y la experiencia vivida. (La música clásica la siento como una experiencia inmersiva, caminando con ella hacia donde me lleve. Para mí es como un viaje interior que no siempre puedo realizar porque se requiere de tiempo y concentración sin distracciones internas ni externas).


De entre todas las integrales que tengo y no son pocas, me quedo con la de Claudio Arrau en formato vinilo que es la que más me gusta.
Arrau (1903-1991) gracias a una beca que el presidente de la República chilena, Pedro Montt, se encargó personalmente de que se la concedieran, estudió con Martin Krause en el Conservatorio Stern de Berlín, desde 1912 hasta 1918, año en que murió el maestro discípulo de Liszt. Arrau no quiso estudiar con ningún otro profesor, a pesar de que en aquel momento tenía sólo 15 años. Krause lo consideró "el genio más grande del piano desde los tiempos de mi maestro Liszt"


Nocturnos de Chopin

Cuando el resto de pianistas tocaban y tocan a la perfección todas las notas, Arrau además tenía la virtud de crear la atmósfera, el ambiente para poder sumergirte en la música. Su sonido te posee y lo mejor de todo es que te das cuenta de ello a medida que vas escuchándolo, la cantidad de matices que tienen sus notas, el absoluto dominio del pedal y la fuerza de ataque de las teclas. Hace poco he escuchado unos días seguidos en distintos medios y a distintas personas decir que la verdad es belleza y la belleza es verdad. Lo dicen muchos artistas cuando hablan de sus obras, pues Arrau es la verdad absoluta, la belleza es lo único que nos queda y a lo que tenemos que agarrarnos para no sucumbir en el desánimo.
"La belleza es la verdad, la verdad es la belleza, eso es todo lo que sabes en la tierra y todo lo que necesitas saber"
(John Keats , poeta inglés del Romanticismo)


Claudio Arrau grabó los Nocturnos en marzo de 1977 y septiembre de 1978, con 74 y 75 años, en su madurez artística y vital, en el Concertgebouw, Amsterdam, para Philips con un gran sonido, cuando la discográfica tenía uno de los mejores sonidos junto con Decca. El disco fue Diapasón d'or en 1979.


Opus 9, números 1, 2, 3. Compuestos en 1832 en París. Dedicados a Madame Camille Pleyel. Chopin llevaba poco tiempo afincado en la ciudad, está sólo, sin dinero, melancólico por el matrimonio de su querida Constantia. Gracias al príncipe Valentin Radziwill, que lo introdujo en la alta sociedad parisina, pudo dar lecciones de piano que aseguraban su existencia. Pronto se enamoraría de Delphine Potocka que hará que se olvide de Constantia.
• Número 1, en si bemol mayor. 12/8. Desde las primeras notas ya nos predispone, como en una antesala, a entrar en este mundo onírico que son los Nocturnos. Nos baja las revoluciones, la respiración y las palpitaciones para prepararnos a esa relajación nocturna que debemos tener para disfrutar al 100% de los Nocturnos. Como dato curioso diré que este corte lo he puesto a personas no familiarizadas con la clásica ni con la Hi end y todos se emocionaron al escucharlo.
• Número 2, en mi bemol mayor. 12/8. Continuamos con este viaje interior que nos ofrece la noche para ver hasta qué profundidad somos capaces de llegar. Nocturno muy "cantabile" que nos guía para que nos abandonemos poco a poco y quedemos libres de toda atadura exterior. Parece ser el nocturno más famoso de toda la serie.
• Número 3, en si mayor. 3/4. Último del Opus, que cierra este bloque nostálgico, por llamarlo de alguna manera, donde la mano derecha tiene mayor protagonismo que la izquierda. A medida que avancemos en la serie las manos se irán equilibrando.


Nocturnos de Chopin

Opus 15, números 4, 5, 6. Compuestos en 1833 y dedicados a Ferdinand Hiller.
• Número 4, en fa mayor. 3/4. A partir de aquí, de este Opus 15, las manos se equilibran y la mano izquierda se hace más patente empezando a dar ese tono lúgubre a los Nocturnos, tan en el estilo de Chopin.
• Número 5, en fa sostenido mayor. 4/4. Uno de los más famosos y de más calidad de todos los Nocturnos.
• Número 6, en sol menor. 12/8. "Dicen [...], después del día en que asistió a la representación de Hamlet en el teatro, escribió la obra nocturna 15 nº. 3 e inscribió: "En el cementerio", pero cuando llegó el momento de imprimirla, borró la inscripción, diciendo: Deja que lo resuelven por sí mismos". - M.A.Szulc, Echo muzyczne, 1880


Opus 27, números 7, 8. Compuestos en 1836 y dedicados a la Condesa de Appony.
A partir de este Opus, Chopin agrupa los Nocturnos por pares dentro de cada Opus. También las dinámicas (el rango dinámico) empiezan a ser más amplias en toda la serie.
• Número 7, en do sostenido menor. 3/4. Nocturno ya grave, oscuro, con notas profundas. Señoras y señores el camino ya ha comenzado y no hay vuelta atrás, es un viaje solo de ida.
Kleczynski vio en él: "la descripción de una noche tranquila en Venecia, cuando, después de la escena de un crimen, el mar se cierra alrededor del cuerpo y solo sirve como espejo de la luna".
• Número 8, en re bemol mayor. 3/4. Uno de los más hermosos, mágico en su parte final. Louis Agnettant menciona: "Ahora bajo el cielo todo reposa. La ola ondulante se duerme en el borde. La flor duerme en su tallo y la naturaleza misma bajo el dosel de la noche descansa y se duerme". Así de pedantes eran los románticos de la época.


Opus 32, números 9, 10. Compuestos en 1837 y dedicados a la Baronesa de Billing. Año en que conoce a la escritora George Sand. Los entendidos los califican como los más flojos de toda la serie. Creo que sónicamente es como un regreso al inicio, pero en ellos hay innovaciones y cambios profundos, creo que experimentales para piezas posteriores. Tal vez Chopin componía mejor estando afligido y este año al conocer a la que sería su pareja durante más tiempo (diez años) no le salían músicas tan profundas y sentidas. Quién sabe.
• Número 9, en si mayor. 4/4. Parece ser la transcripción pianística de alguna escena de una ópera tradicional de la época de Chopin.
• Número 10, en la bemol mayor. 4/4. Fue popularizado por el ballet Les Sylphides que Michael Fokine adaptó.


Opus 37, números 11, 12. Compuestos en 1837-1839.
• Número 11, en sol menor. 4/4. Este es uno de mis preferidos, contiene todas las emociones en apenas siete minutos, Arrau hace maravillas en las notas graves. En los acordes plenos con las dos manos hacia la mitad del Nocturno, los críticos han visto una especie de corales religiosos, de ahí que algunos biógrafos han sentido que esta música representaba la fe de Chopin en el poder consolador de la religión.
• Número 12, en sol mayor. 3/4. Compuesto en 1839 en la época de su viaje a Mallorca. Puede ser una descripción del viaje, contiene una de las melodías más bonitas de Chopin, muy sencilla que demuestra otra vez que menos es más; encaja de maravilla con el ir y venir del oleaje sobre la arena dorada de la playa.


Nocturnos de Chopin

Opus 48, números 13, 14. Compuestos en 1841 y dedicados a Madmoiselle Duperré.
• Número 13, en do menor. 4/4. Surgió en la imaginación de Chopin cuando entró en la iglesia de Saint Germain des Près para protegerse de una violenta tormenta (recordemos que ya escribió un preludio inspirado por otra tormenta, el Nº 15 en re bemol mayor, de los 24 Preludios, Op.28).
Este es mi preferido sin lugar a dudas, el más doloroso y a la vez esperanzador de todos, de una fuerza y bellezas sin igual, con una parte central de un clímax insuperable. Arrau en esta parte del clímax hace una transición de las dos manos perfecta, llena de fuerza y equilibrio con unas dinámicas milimétricas. El compositor y musicólogo Jan Kleczyński, comentó que la sección central "es la historia de un dolor aún mayor contado en un recitado agitado; las arpas celestiales vienen a traer un rayo de esperanza, que es impotente en su intento de calmar el alma herida, que... envía al cielo un grito de la más profunda angustia."
• Numero 14, en fa sostenido menor. 3/4. Chopin señaló una vez que la sección central era como un recitativo y debería tocarse como si "un tirano ordenara y el otro pidiera clemencia".


Opus 55, números 15, 16. Compuestos en 1844 y dedicados a Madmoiselle Jane Stirlling.
• Número 15, en fa menor. 12/8. Este es otro de los más bellos, todo fluye. Es como agua cayendo por una piel tersa y suave, como una caricia que recorre todo el cuerpo.
• Número 16, en mi bemol mayor. 12/8. Posiblemente el más luminoso de toda la serie.
Opus 62, números 17, 18. Compuestos en 1846 y dedicados a Madmoiselle de Könneritz. Año en el que abandona la casa de Nohant y a George Sand. Estos Nocturnos rompen con el lirismo más o menos exterior del género inaugurado por John Field y como dijo el gran pianista francés Alfred Cortot, "el Nº 18 posee los acentos precursores del impresionismo".
• Número 17, en sí mayor. 4/4. Nos acercamos a los últimos Nocturnos, compuestos ya cercanos a su temprana muerte. Creo que estos dos son los que más carácter de nocturno tienen, en cuanto a escucha musical nocturna se refiere, con lo que toda la noche engloba.
• Número 18, en mi mayor. 4/4.


Opus 72. Número 19 en mi menor. 4/4. Compuesto en 1834, entre los Opus 15 y 27, pero descubierto póstumamente en 1847.


• Número 20, en do sostenido menor. Compuesto en 1830. Se publicó en 1870, 21 años después de su muerte sin número de opus. Dedicado a su hermana mayor Ludwika. Es muy conocida la anécdota de la superviviente del holocausto Natalia Karp, que la tocó para Amon Göth, comandante del campo de concentración polaco de Plaszów (el villano de “La lista de Schindler”, de Spielberg), el cual quedó tan impresionado que perdonó la vida de la intérprete. Göth que jugaba a ser Dios y decidía quién vivía y quién moría, dijo "tiene que vivir". Si Natalia Karp hubiera tocado otra pieza quizá no hubiera sobrevivido, pero este Nocturno gustó a Göth tanto, que consideró que esa persona era imprescindible porque la música que tocaba era imprescindible. Es un Nocturno doliente, triste, melancólico, nostálgico pero de una gran belleza, quizá todo esto representaba la hermana de Chopin para él agrandado por su ausencia.


• Número 21, en do menor. Compuesto en 1837. Último Nocturno póstumo muy "cantabile", sencillo y lento. Perfecto para el cierre de toda la serie y como término de esta maravillosa y profunda experiencia. Tras las últimas notas tan sumamente delicadas viene el silencio, que recomiendo que sea largo para coger aire de nuevo, salir de esa especie de trance en el que hemos estado y pensar y valorar la vivencia que hemos tenido.
Debió ser un placer enorme el escuchar al propio Chopin interpretar sus Nocturnos. Él los debía tocar en aquel “tempo rubato” de que nos habla Liszt, éste ve en el polaco al creador de esa manera de interpretar libre, apasionada, que se caracteriza por un especial titubeo en el ataque. “ Ved un árbol que se agita con el viento. Entre sus hojas pasan los rayos de sol. Se produce entonces una luz temblorosa. Eso es el rubato”. Así hay que interpretar estas páginas. Libre, apasionado, emocionadamente, sin ninguna exageración, sintiéndose portador de una eterna buena nueva.”Cantar con los dedos” que decía Chopin a sus alumnos para que aprendieran a producir en el teclado un hermoso tono “vocal”.


Versiones disponibles:
Maria João Pires, 1996 DG. Compra en Amazon
Daniel Barenboim, 1982 Polydor, (DG) Compra en Amazon
Maurizio Pollini, 2005 DG.Compra en Amazon
Arthur Rubinstein, 1937, HMV- RCA Victor.//1950, RCA Victor.// 1967 RCA Victor.
Alexis Weissenberg, 1969, EMI.
Adam Harasiewicz, 1975, PHILIPS.


Imagen de Couleur en Pixabay utilizado en la portada.



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