"Un hombre de pocas palabras y un músico de pocas notas"
Por norma general, la infancia y la niñez son las etapas más felices de la vida de un ser humano. Todo es nuevo, sorprendente, no hay problemas ni responsabilidades y la alegría es la emoción más presente.
Las vivencias en estas etapas nos quedan grabadas de por vida aunque no nos acordemos de ellas vivamente. Pero con el pasar de los años, y avanzando en otras etapas de la vida, nos damos cuenta que vamos regresando a los recuerdos de esas etapas primigenias que creíamos completamente borrados y olvidados. Uno queda marcado por el sitio donde nace, por su ciudad, por su familia, por su barrio, por su entorno, por las primeras relaciones sociales, por el grupo con el que se rodea. Ahora que llevo más tiempo fuera de "casa" que el que pasé en ella, me doy cuenta de que al pasear por las calles y lugares de donde vivo no tengo ningún recuerdo, ningún apego emocional que me haga identificarme con algún espacio. Tengo la seguridad de que no me voy a encontrar con nadie que me conozca desde pequeño, que sepa de mis orígenes, que me haya visto jugar en la calle, que no tenga que darle ninguna credencial porque ya me conoce de toda la vida.
Yo, que vengo de una pequeña capital de provincias y de un barrio donde sólo teníamos que cruzar una carretera y unas huertas para estar en el río en plena naturaleza, libres, pescando, bañándonos, sentados en la hierba o en la arena, charlando o en silencio, mirando la muralla allá en lo alto protegiendo la ciudad. Un barrio donde íbamos a por leche a una vaquería que estaba a la vuelta del pabellón donde vivíamos, entrábamos en el establo y allí, con el calor de las vacas, el vaquero nos llenaba nuestro recipiente con la leche recién ordeñada. Una ciudad donde a día de hoy, todavía pasan diariamente tocando el claxon de sus furgonetas, avisando de su llegada, dos panaderos repartiendo pan y mi anciana madre sale a la puerta del portal a comprarlo. Vengo de un barrio donde el tiempo se ha detenido.
Todos estos recuerdos que ni sabía que tenía son los que me afloran al escuchar la Música Callada de Mompou, me viene a la imaginación la luz del cielo azul en un día soleado, el olor del aire, el paisaje con su río tan presente en toda mi infancia y el sonar de las campanas llamando a misa en la lejanía de lo etéreo. El repicar de las campanas, tan presente en la música de Mompou, me llena de nostálgica felicidad y descubrí, hace relativamente poco tiempo, que es porque me lleva a mi etapa infantil.
Esta Música Callada entra muy dentro de mí, me lleva a sitios tremendamente escondidos que me despiertan recuerdos y emociones olvidadas y enormemente placenteras. Me lleva al niño que fui, que olvidé y que nunca volverá.
Federico Mompou Dencausse, nace en Barcelona el 16 de abril de 1893, (de padre
catalán y madre francesa), en una familia acomodada, siendo el menor de dos hermanos.
Los abuelos maternos tenían una fábrica de fundición de campanas en la que trabajaba toda la familia. Mompou pasa mucho tiempo de niño con su abuelo y su tío en la
fundición. Dos cosas marcarían a Mompou: la pérdida no deseada de la niñez, ya que
para él era la etapa en la que no había obligaciones, ni cargas, ni preocupaciones; y el
sonido metálico de las campanas y de la fundición, tan presentes en toda la estética
musical de Mompou, lo que más tarde denominaría la resonancia.
Mompou, era un tímido patológico de esos que no te miran cuando hablan y si por azar
su mirada se cruza con la tuya es incapaz de mantenerla. Como buen tímido es solitario,
silencioso, poco social. El día que descubrió que tenía que crecer, hacerse adulto y
abandonar su niñez fue uno de los peores días de su vida. En la niñez era feliz y se sentía
protegido. Por su naturaleza no estaba preparado para hacerse un adulto.
Cursa estudios en el Liceo francés y piano en el conservatorio y a los 15 años ya da su
primer concierto. En 1911, a los 18 años, viaja a París por primera vez para perfeccionar
sus estudios de piano, estudiar armonía y empezar a componer. Lleva una carta de
recomendación de Granados para Ravel que era el director del conservatorio parisino,
después de estar tiempo guardando cola en la sala de espera Mompou decide levantarse
e irse justo cuando le va a tocar el turno y la carta nunca será entregada. Hizo muchas
espantadas como esta, según él inexplicables, debido a su personalidad tímida y
solitaria.
Abandona París en 1914, por la Primera Guerra Mundial y vuelve a Barcelona. Vuelve de
nuevo a París en 1921 donde es admirado por la alta sociedad y allí se relaciona con
Debussy, Satie y otros
impresionistas, menos de lo que
cabría de esperar por su
personalidad solitaria y porque
Ravel le dice: "Irá de cena en
cena y al final no hará nada".
Regresa a Barcelona de nuevo
en 1941 por la ocupación
alemana y allí permanecerá
hasta el final de sus días.
En 1941, siendo miembro del
jurado de un concurso de piano
en el Teatro Coliseum de
Barcelona conoce a la pianista
participante Carme Bravo de 22
años. Comienzan una relación
de noviazgo que duraría quince
años, con la negativa de la
familia de ella, Mompou tenía 48
años. Acaban casándose en
1957, cuando Mompou tiene 64
años y Carme 38.
Gracias a Carme Bravo, Mompou vuelve a tocar el piano en público y compone más, está
atravesando un periodo de felicidad en su vida, el más feliz según sus palabras.
Mompou muere en Barcelona el 30 de junio de 1987.
Fue un gran pianista, que tenía unas manos enormes y un manejo del pedal prodigioso.
Está considerado como uno de los más grandes compositores de música de piano del
siglo XX, con un estilo único y propio.
Ya hablamos antes de la resonancia, que es el punto de transformación del sonido en silencio y del silencio en sonido, como ocurre con las campanas cuando las oímos desde lejos, su sonido se desvanece aunque ya no vibren y se convierte en un recuerdo. El piano es el único instrumento que permite a Mompou este tratamiento de la resonancia, gracias al proceso de generación de armónicos por vibración de cuerdas adyacentes sin ser percutidas. Este efecto lo consigue con ligaduras que no resuelven en ninguna nota, ligaduras que no acaban nunca, lo que dure la sonoridad que se ha producido.
"El acorde metálico es toda mi música. Percibo una armonía extraña escuchando los ruidos lejanos. Este acorde, repetido de forma obstinada, me descubrió un mundo sonoro dentro de una atmósfera metálica, como la que envolvió toda mi niñez, ligada a la fundición de campanas y después mis paseos por las zonas industriales de los alrededores de Barcelona", decía Mompou de su acorde. Este acorde simboliza la dualidad en la unidad, integra la dualidad consonancia-disonancia. Se trata de un acorde que produce una sonoridad armónica desde la cual, Mompou, desarrolla una serie de acordes emparentados, por el efecto vibratorio, que producen una sonoridad que tiende a la consonancia y a la disonancia simultáneamente. Mompou dice que este acorde crea una sonoridad de hierro, ruido de hierro.
Curiosamente esta sonoridad que nos sugiere densidad, peso, disonancia y que podríamos entender como una sonoridad pesada y compacta, es la que utiliza para expresar lo inmaterial, aéreo y ligero de su armonía. Es el recurso que utiliza para materializar lo inmaterial, como la sugerencia o el recuerdo. La tierra, donde se genera el metal y el aire, por donde circula la resonancia. El cuerpo físico y espiritual, el cielo y la tierra, nos trasladan a la dualidad física-metafísica de la emisión del sonido y la significación de la música.
"La música se fundamenta en la armonía entre el Cielo y la Tierra, en la concordancia de oscuridad y luminosidad". Lu Pu-Wei (235 a.C.)
Si bien al principio de su carrera y primeras obras pianísticas, se podría ver a un continuador de Albéniz, Granados y Falla, enseguida Mompou mostró su personalidad compositiva, alejándose de todo lo hecho anteriormente pero partiendo de lo originario, recomenzar que lo llamaba él. El compositor que más descomponía. Como hizo Ferrán Adriá en la alta cocina con su deconstrucción de platos, manteniendo la cocina tradicional.
La línea estética de Mompou es opuesta a los criterios que rigen en materia de composición. Intenta alejarse de todo lo que pueda representar el desarrollo de un tema. El disfrute que pueden tener otros compositores al añadir más y más páginas a la partitura que están creando Mompou lo tiene suprimiendo, eliminando todo aquello que considera innecesario o superfluo, quedándose con lo esencial. Tiene aversión a grandes compositores, como Mozart o Beethoven, para su desgracia personal, eso que se pierde.
De entre su obra pianística podemos destacar Charmes (1920-1921), Variaciones sobre un tema de Chopin (1938-1957) y Música callada (1959-1967).
MOMPOU Y SAN JUAN DE LA CRUZ
París. 6 de noviembre de 1923.
Federico Mompou escribe a su amigo Manuel Blancafort:
"Estoy en completo aislamiento y esquivo todo compromiso de amistades con nadie. No tengo piano en casa ni lo echo de menos. Es una privación voluntaria que me impongo como régimen para ver si enciendo a base de privación la llama del deseo de la musa infiel que me abandona hace ya tiempo".
Al igual que los eremitas, que renunciaban a los bienes y placeres mundanos, sometiéndose a ayunos y otras asperezas, con el objeto de vaciar sus deseos del mundo y llenarlo de bienes más elevados.
Mompou siempre dijo que era un hombre con muy poca música interna, incapaz de imaginar cómo sonaría la música que estaba pensando, necesitaba de un instrumento, el piano, para poder crear a base de probar y errar. Por este motivo crea mejor distraído que concentrado y cuando más siente la soledad es en la gran ciudad, rodeado de gente. Es un compositor que no necesita buscar la soledad para crear porque la tiene en su interior, forma parte de su personalidad.
"Me domina la soledad. Soy un gran solitario rodeado de mucho ruido".
Mompou es un compositor que me parece muy cercano a la mística, no sólo por lo anteriormente expuesto de abandono y aislamiento del mundo, sino también porque estaba convencido de que la creación musical no puede ser producto intelectual humano, o que la aportación humana a las obras creadas es mínimo, desde el concepto intuitivo en la creación musical. Cree que es un "don" o gracia que no se adquiere, sino que sólo se nos concede, al igual que en los éxtasis místicos el sujeto que los experimenta es elegido por la gracia divina.
Émile Vuillermoz llama a Mompou "el músico poeta" en un artículo de 1921, al igual que otros críticos que siempre se refieren a la poesía al hablar de su música. Mompou hacía poesía musical, entiende la música como un misterio y no como un problema, una música que va directa al espíritu, sin intermediación de la materia. Mompou expresa más un estado de conciencia que la elocuencia de un discurso. Esta característica, hace que su vínculo con la poesía resulte fundamental para su creatividad, porque la poesía es una forma de pensamiento, un medio de expresión con el que la palabra puede acercarse a contenidos más intangibles, denominarlos y describirlos. Así, los textos que explican la experiencia mística en todas las culturas utilizan el lenguaje poético. Es el último límite de la experiencia verbal antes del profundo y sentido silencio.
Según la Teología, la ascética ejercita el espíritu para la perfección mediante dos vías: la purgativa y la iluminativa.
La mística además, añade a un alma perfeccionada por la gracia divina o por el ejercicio ascético, la experiencia de la unión directa y momentánea con Dios, que sólo se consigue por la vía unitiva, mediante visiones o éxtasis místicos.
Según el Tratado Espiritual de las Tres vías, del cartujo del siglo XV Bernardo Fontona, para la unión del alma con Dios se establece el seguimiento de las tres vías:
En la doctrina de San Juan de la Cruz, la existencia de estas tres vías se corresponde con las tres potencias clásicas del alma: memoria, entendimiento y voluntad, que en este mismo orden son reducidas a un estado de perfecto silencio. El silencio de la memoria es llamado en la mística, esperanza. El silencio del entendimiento, se llama fe y el silencio de la voluntad, caridad o amor. Estos tres silencios representan a la par un vaciamiento interior y una renuncia de uno mismo, que alcanza su máximo grado a través de la virtud de la caridad. De ahí sobrevienen la enorme angustia y la sensación de muerte característica de los místicos, pues unirse a Dios es un perderse previo a sí mismo para después ganarse.
"En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡Oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada"
Noche oscura, San Juan de la Cruz
Monte de perfección es el nombre por el que se conoce una serie de aproximadamente 60 dibujos que hizo San Juan de la Cruz en torno a 1579 para sus alumnos. En ellos se resume lo más granado de su doctrina mística. El dibujo representa un monte con tres caminos, dos a los lados y uno en el centro. El camino de la derecha, el camino mundano señala sus peligros: poseer, gozo, saber, consuelo, descanso. El camino de la izquierda marca los peligros de un camino espiritual: gloria, gozo, saber, consuelo, descanso. El camino central, el correcto, se lee: nada, nada, nada, nada, nada y aún en el monte nada. Tan sólo el del centro accede a la cima del monte donde no hay nada, excepto el divino silencio.
"Niega tus deseos y hallarás lo que desea tu corazón" S.J. de la Cruz.
MÚSICA CALLADA (1959-1967)
Título inspirado en los versos del cántico número XV del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.
El Cántico espiritual es un poema con 40 canciones entre el Alma y el Esposo, título que no es de San Juan de la Cruz, ya que este se refería siempre a él como Canciones de la Esposa. (Esposa=Alma, Esposo=Cristo)
Las Canciones entre el Alma y el Esposo se centra en el diálogo que mantienen los esposos, es decir, un diálogo matrimonial. En cuanto a la progresión y al argumento de estas Canciones, el mismo San Juan de la Cruz afirma:
"El orden que llevan estas canciones es desde que un alma comienza a servir a Dios hasta que llega a el último estado de perfección, que es matrimonio espiritual, y así en ellas se tocan los tres estados o vías de ejercicio espiritual por las cuales pasa el alma hasta llegar al dicho estado, que son purgativa, iluminativa y unitiva, y se declaran acerca de cada una algunas propiedades y efectos de ella".
Con los versos de las canciones 14 y 15 del Cántico Espiritual comienza la vía unitiva. Curiosamente, estas canciones tienen un ritmo especial, poseen la musicalidad de un canto triunfal, quizá, porque no tienen verbo ("Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1:14). El Verbo es Cristo, la segunda persona de la Santísima Trinidad. En estos versos no hay verbo, pasamos directamente a Dios, la primera persona de la Santísima Trinidad).
En estos versos se describe la dicha del alma, la inmediata preparación para la unión con Dios.
"La noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada, la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora".
Canción XV del Cántico espiritual, San Juan de la Cruz.
Cuando Mompou leyó estos versos notó como un flechado. Era la definición perfecta de su estética musical, esa que persiguió desde el principio y que tantos años y esfuerzos le costó encontrar. Mompou trata al piano por su sonoridad, la sonoridad que se crea entre el paso de dos notas, encontrar el preciso momento en que una nota ha dado al máximo todo lo que tenia que dar y se lo pasa a otra nota.
"A partir del golpe inicial del martillo sobre la cuerda, la vibración, mezclada con la resonancia, empieza a recorrer un curso que asciende, llega a un punto máximo y desciende. Es el momento en que una nota ofrece su resonancia, su existencia, a la otra; el momento en que esta otra la recibe y la acepta, como si se produjera una relación amorosa entre las notas. En este reducido espacio entre dos sonidos se oculta el secreto de la sonoridad", decía el compositor.
La Música Callada se compone de 28 números agrupados en cuatro cuadernos escritos en 1959, 1962, 1965 y 1967, respectivamente. Sólo el último cuaderno lleva dedicatoria, a Alicia de Larrocha. Aunque es una obra que no requiere un gran nivel de habilidad mecánica, el uso del pedal y su comprensión musical sí son de nivel de virtuoso, lo que hace de estos cuadernos algo muy difícil de interpretar bien, con sentido, que transmita. Para colmo, Mompou no suele dar ningún tipo de explicación ni anotación, sin compás, ni divisiones de compases, ni duración de notas en sus composiciones; lo deja todo al criterio del intérprete, que investigue las resonancias y decida cuándo dar la siguiente nota, cuando es el momento preciso de hacerlo. Es una música sin terminar. En este campo el pianista Arcadi Volodos creo que está por encima de todos los escuchados (yo ya envié un correo electrónico a su representante rogándole que grabara la integral para la que había nacido).
Para Mompou, el silencio no es un descanso de la sonoridad, sino que es una presencia continua ligada a la presencia del sonido. Es el momento desde el cual el sonido puede nacer y despertar el inconsciente. Es la fuente primera, la fuente necesaria de naturaleza divina. Y así en varias ocasiones encontramos indicaciones en sus partituras como: "bajo el peso del sueño ", "perdiéndose " "muy lejano ", "como un eco ", expresiones todas que nos remiten a espacios que se aproximan al silencio.
"La Musica callada es una música más fácil de compartir en la intimidad de una pequeña sala de concierto, con público reducido. Quizá porque el mensaje que el compositor quiere expresar es muy particular, yo diría que él no busca ser escuchado, sino que desea unirse a su auditorio a través del silencio sonoro, ya que, en su dimensión metafísica, el sonido de Mompou es a la vez silencio y vibración. El sonido es la prolongación del silencio y el silencio es la fuente misma de la música. Gracias a esta dualidad, a esta transfiguración del silencio por medio de la música, el auditorio puede sentir la soledad de forma aguda, es decir, no como un vacío sino como una plenitud de tensión espiritual. Su espíritu se eleva y se funde en el universo dentro del cual el sonido se desmaterializa en eterna vibración, traspasando los límites del tiempo.
La Musica Callada nos transporta más allá de nuestro mundo, aspira y absorbe nuestro ser entero en un flujo de luminosidad sonora"
Arcadi Volodos, pianista
La versión elegida es el disco grabado por Ensayo que correspondería con el volumen 5 de la grabación integral pianística de Mompou interpretada por el propio Mompou. El disco fue grabado en 1974 en Barcelona. Elijo esta versión por ser el mismo Mompou el que toca su música, siendo un lujo poder escuchar al compositor. Muy buena grabación y buen sonido, como acostumbra Ensayo. Pero como dije antes, si Volodos grabara la obra completa sería la referencia absoluta.
La Ermita no es un lugar es el espacio, en un piso del paseo San Juan de Barcelona, en el que Mompou se encontraba con un grupo de amigos para hablar de literatura, música y arte en general. Posteriormente, también tomó este nombre un espacio secreto donde se reunía con su amigo Manuel Blancafort en el pueblo de La Garriga (Barcelona). Su hermano, el pintor Josep Mompou, hizo un dibujo que simboliza este lugar, dibujo que se ha utilizado a menudo como logo identificativo de Mompou en las ediciones de partituras y es la portada del disco que hoy nos ocupa.
"La música callada es la armonía que forman todas las criaturas como manifestación de la Sabiduría De Dios. La soledad sonora es la disposición del alma para escuchar la música callada"
El amado escondido, (Meditación sobre la obra de San Juan de la Cruz), Carlos Dorvier.
A continuación destacaré los números que más me gustan de toda la obra, por hacer alguna referencia a las piezas musicales.
Primer cuaderno (1959)
Contiene nueve números. Comienza con Angelico una verdadera joya, de una belleza sin fisuras que nos introduce directamente en el mundo sonoro de Mompou. Esta corta pieza me lleva siempre a mi infancia en Ávila, con su sonido constante de campanas lejanas.
El número III, "placide" sirve o ha servido como sintonía de una cadena de emisoras de radio, la Cadena Ser. Mompou se refería a esta pieza como la "sinfonía azul".
El número IV, es como una especie de marcha fúnebre profunda y afligida.
El número VII, el tema principal nos recuerda enormemente a Granados a la vez que nos suena muy familiar, como música popular que nos ha acompañado toda la vida.
Segundo cuaderno (1962)
Contiene siete números. El cuaderno más descompuesto de todos, probablemente.
El número XI, como excepciónen Mompou, es un tema repetido y repetitivo tremendamente pegadizo.
El número XIII, bien podría ser una nana un poco loca pero preciosa.
El número XV, evoca al Preludio número 4 del Op. 28 de Chopin
Tercer cuaderno (1965)
Contiene cinco números.
El número XVIII, nos pregunta, ¿qué nos pregunta?, ¿a quién pregunta?
Los números XIX y XX, son los preferidos del autor. Preciosos ambos.
Cuarto cuaderno (1967)
Contiene siete números. El más bonito de todos, el final del viaje a estas profundidades del alma, si es que existe.
El número XXVIII y último, es como una salida hacia la luz, hacia lo luminoso, con un tema que me gustaría que desarrollara más, que diera más de si por la belleza que tiene, pero se rompería la magia y la esencia de Mompou.
No os perdáis la interpretación en manos de Alicia de Larrocha (a partir del minuto 31), a mí me gusta más la interpretación de Mompou.
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No sé si Mompou sólo puso el título por estos versos de San Juan de la Cruz, pero creo firmemente que su Música callada está fuertemente inspirada y relacionada no solo con la obra del místico abulense, sino también con la mística en general. La audición y disfrute de esta música abstracta ha de ser en soledad, cuando ya nada nos turbe y estemos preparados y dispuestos a hacer el viaje por estos 28 números musicales y dejarnos guiar hasta donde nos lleven. No os arrepentiréis, os lo aseguro.
Esta música es callada porque su audición es interna, música tranquila para nuestra vida de inquietudes, que diría Mompou.
"Esta música no tiene aire ni luz. Es un débil latir del corazón. No se le pide llegar más allá de unos milímetros en el espacio, pero sí la misión de penetrar en las grandes profundidades de nuestra alma y las regiones más secretas de nuestro espíritu"
Federico Mompou.
Discografía disponible:
-Música callada, Federico Mompou. Grabación de 1974. Ensayo.
-Música callada, Javier Perianes. Grabación de 2006. Harmonia Mundi.
-Volodos plays Mompou, Arcadi Volodos. Entre otras piezas contiene once números de Música callada. Grabación de 2012. Sony classical.
Bibliografía y documentación:
-"Mompou. El eterno recomenzar", Adolf Pla i Garrigós. Ed. de música Boileau.
-"El amado escondido". Meditación sobre la obra de San Juan de la Cruz, Carlos Dorvier. Ed. Cuadernos del laberinto.
-"Interactivo monográfico, Federico Mompou, intimidad al piano", fondos audiovisuales de RTVE y Radio Clásica de RNE.
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