Canto de sirenas
ELEGIR VERSIÓN
" Todo está en la partitura excepto lo esencial " Gustav Mahler
Todo esto tiene su génesis porque acabo de comprar las sinfonías de Mahler por Leonard Bernstein con la Sinfónica de New York en Sony, un cofre de 12 CD muy bien presentado y con buen sonido. La primera que he puesto ha sido "La Quinta" que es la que más conozco y enseguida la he comparado con la versión que tengo memorizada, la de Barbirolli con la New Phillarmonia Orchestra en EMI.
En la música clásica está la obra, la partitura que se va a interpretar y después está la versión, que no es otra cosa que la interpretación de la obra de mil formas diferentes por distintos intérpretes. El oyente, tiene que hacer el mismo esfuerzo y recorrer el mismo camino que el intérprete para llegar a profundizar en la obra, darla sentido e interiorizarla, con una diferencia importante, que el intérprete llega a la obra directamente a través de la partitura y el oyente llega a la obra a través del intérprete.
Nuestro primer contacto o acercamiento a la obra, es por tanto, a través de una determinada interpretación que va a hacer que esa obra nos guste o no.
Si no nos gusta, esa obra va a ser muy difícil que forme parte de nuestro acervo musical, siguiendo dos posibles caminos:
- Que no nos acerquemos nunca más a ella, con lo que será desconocida para nosotros.
- Que le demos otra oportunidad con otro intérprete distinto, o bien, la pospongamos en el tiempo y con el paso de los años volvamos a ella. Hay obras que llegan cuando tienen que llegar, porque es ese el momento en el que estamos preparados para que nos llegue.
La otra posibilidad, más interesante y base del coleccionismo, es que nos guste. Aquí, se abren entonces, múltiples caminos.
Pues esta versión va a ser nuestro primer contacto con la obra, la entrada a su mundo. A medida que la escuchamos en sucesivas ocasiones la iremos interiorizando, memorizando ciertas partes o pasajes musicales. Con nuestro recuerdo, la iremos oyendo interiormente, intentaremos incluso canturrearla y es aquí donde empezaremos a modificarla a nuestro gusto. Modificaremos el tempo, las dinámicas, la expresividad, los acentos, etc. Iremos construyendo nuestra propia versión, como si fuésemos el intérprete.
Elegiremos la versión que más se acerque a este sonido que hemos creado/imaginado y cuando esto sucede se alinean los astros, el sol brilla, todo es maravilloso y el placer es inmenso. Pero no tenemos que olvidar que hemos sido influenciados siempre por esa primera versión de la que hemos partido y que tanto esfuerzo nos va a costar quitarnos de la cabeza.
Al final, por los dos caminos llegamos al mismo punto, elegir la que más nos guste. Por el primero de una manera más visceral, más creativa y por el segundo de una forma más técnica, más académica, con un criterio fundamentado.
Pocas veces la versión elegida es la mejor en toda su extensión. Normalmente, la versión perfecta sólo está en nuestra cabeza, haciendo un collage con las distintas partes o movimientos de distintas versiones. Es muy difícil que una versión supere al resto en su totalidad, en todas sus partes o movimientos, salvo contadas ocasiones, que las hay. No sé si habré conseguido explicar y verbalizar todo contra lo que llevo luchando bastantes años, que la primera escucha de una obra me influya lo menos posible a la hora de decantarme por la mejor versión disponible y no me nuble el criterio.
Por último, además de salir cada año nuevas grabaciones de nuevos intérpretes, nuestro criterio musical va cambiando con nuestro envejecimiento. Con el paso de los años nos van apeteciendo versiones más intimistas, más claras; vamos oyendo peor, perdemos frecuencias auditivas y otras nos molestan ahora como si fueran ruidos molestos. A todo esto hay que añadir que un mismo intérprete se acerque de nuevo a la obra cuando tenga algo nuevo que contar, él con su experiencia vital y nosotros con la nuestra, con lo que seguimos comprando, comparando, coleccionando y amontonando versiones de una misma obra año tras año.
La vida del melómano es un no parar.
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